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Obra seleccionada en Concurso Internacional XIX Certamen Internacional de Poesía y Narrativa Breve,

de Editorial Nuevo Ser, incluída en la obra LETRAS DE ORO 2008

 

La mesa

¿es posible vivir sin amor?

Fiel a su costumbre, el hombre llegó al aeropuerto veinte minutos antes de lo necesario. Marcó su boleto. Pidió ventanilla. No despachó equipaje dado que sólo llevaba un bolso de mano con los elementos necesarios para los dos días que el trabajo le obligó a pasar en Buenos Aires.

Subió a la planta alta del aeroparque.

Allí se sentía más cómodo porque había menos gente. El hombre, si bien muy formal y agradable, padecía de cierta fobia a los lugares muy concurridos. Más de dos es multitud, solía decir cuando se lo invitaba a participar en alguna fiesta o reunión social, a las que, obviamente, nunca concurría.

Pasó por el stand de revistas, curioseó algunos libros y terminó comprando el diario. Disponía de algo más de una hora para leerlo.

Revisó la tarjeta de embarque para conocer la puerta por la cual embarcaría su vuelo: Puerta 12. Allí se dirigió procurándose el asiento más cercano al mostrador de embarque. Acomodó su bolso y comenzó a leer las noticias.

Poco a poco el vestíbulo comenzó a poblarse de pasajeros.
El hombre miró su reloj. Marcaba la hora prevista para el embarque.
Observó el mostrador y pudo ver que aún no había personal de servicio.

-Algo no está saliendo bien- pensó al tiempo que la aerolíneas anunciaba una demora en  el vuelo. –Aerolíneas  anuncia que el vuelo 1248 con destino a Ushuaia se encuentra demorado por razones climáticas-

Necesitó mirar nuevamente el reloj. La demora en el vuelo estropeaba sus planes y se convertía en un escollo a su estructurada vida.

Su idea era llegar a casa al mediodía del sábado. Deshacer el bolso, poner la ropa a lavar, almorzar algo ligero, dormir una breve siesta dado que había madrugado y dedicar el resto de la tarde al despacho de expedientes en el tribunal. Pero al parecer, nada saldría como lo planeaba. Y eso lo ponía muy nervioso.

Media hora más tarde los parlantes anunciaban una nueva demora. Esta vez fueron más precisos:

 –Aerolíneas informa que el vuelo 1248, con destino a la ciudad de Ushuaia, tiene previsto su embarque  a la hora 16:20 por puerta doce-

El hombre miró nerviosamente el reloj. El vuelo se demoraría mas de cuatro horas y ello tiraba por la ventana a sus planes  -¡Todo el día perdido!- pensó sin poder disimular la bronca.

Creyó conveniente comer algo. Cuando menos adelantaría esa parte de los planes que había trazado para la tarde del sábado. Se levantó y se acercó a la confitería.

No era su estilo sentarse en una mesa. Siempre evitaba concurrir a lugares donde ponía en evidencia su soledad. Así como no concebía ir a un cine solo, sentarse en una mesa solo, también le hacía sentir miserable.

Pero era mucho el tiempo que debía esperar. Juntó fuerzas, buscó una mesa apartada y se esforzó por sentarse en una que se ocultaba tras una columna.
Mientras esperaba al mozo, el hombre escribió un mensaje de texto en su celular, pero cuando debió apretar el botón de búsqueda del número de destino, toma conciencia que no tiene a nadie a quien pueda importarle su demora.

-Qué carucha flaco. ¿Algún problema?-

El hombre levanta la vista para ver a su circunstancial inquisidor. Pero no puede identificarlo, pues ninguna persona está cerca de su mesa. Mira a su izquierda, luego a su derecha. Nadie.

-Pssss. Aquí, ehh, estas sobre mi. Es más, si pudieras sacar los codos de mi cara te lo agradecería mucho-
Por acto reflejo levantó los codos que tenía apoyados en la mesa. Nuevamente buscó el origen de la misteriosa voz. Muy femenina. Seductora, con marcado acento porteño.

-Ahhhh. Ahora está mejor. ¡mucho mejor!. No tenés idea cómo duelen los codos. Hace tiempo que logramos hacerlo saber. Supongo que tus viejos te decían “es de mala educación poner los  codos en la mesa” ¿no?. Bueno. Pero no siempre tenemos la suerte de tener que atender a gente bien educada-
El hombre piensa rápidamente. Intenta, con disimulo, mirar a su alrededor. Se presume víctima de una cámara oculta y considera que la forma de no pasar por ridículo es seguirle la corriente a sus victimarios.

¿Te interesa continuar el cuento? podés verlo con imagenes ...

 

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